Lego, la famosa compañía detrás de los ladrillos de plástico que se usan para construir maravillosas creaciones, ha sido un ejemplo de las distintas estrategias que se pueden usar para proteger un invento original.
Esta historia comienza en 1932, cuando la empresa, que empezó produciendo juguetes de madera, fue fundada.
En 1949, con el advenimiento de nuevos materiales, creó su primera versión del ladrillo de Lego, hecho en acetato de celulosa.
Originalmente, la compañía buscó proteger su ladrillo con la estrategia más común: a través de patentes.
En 1958 la primera patente fue otorgada en Dinamarca, y en 1961 en Estados Unidos.
Con el diseño de nuevos ladrillos, Lego continuó registrando patentes en los 60’s y 70’s.
Aunque el éxito inicial de la compañía se puede atribuir a la protección individual de sus ladrillos, esta estrategia se vio en problemas a finales de los 70’s, cuando muchas de las patentes empezaron a vencerse.
La competencia no tardó en aprovechar esta situación para producir juguetes imitando estos ladrillos.
Con esta pérdida del control de mercado, a Lego le tocó repensar su estrategia. Decidió enfocarse en proteger su marca, incentivando el consumo a través de distintos temas y sets.
En 1999 hizo su primera colaboración, licenciando Star Wars, de LucasFilm, creando 15 sets de este tema.
Rápidamente se evidenció la ventaja de esta estrategia. Así, Lego empezó a licenciar la propiedad intelectual externa, haciendo sets de Harry Potter y Ferrari, entre muchos otros.
A este cambio de estrategia se le puede atribuir la relevancia que Lego sigue teniendo en el mercado.